Mi Sur.

Qué largas son las noches cuando tus manos no son las guardianas de mis cicatrices.

Cuando llegan los despertares nocturnos y no estás en mi polo sur de la cama.

Cuando te busco y no te encuentro;

qué larga se hace la noche cuando grito; te necesito y el miedo se apodera de mi cuerpo.

Ella,

Que siempre tuvo miedo.

Miedo a ser la protagonista de todas mis palabras.

Miedo a leer algo y no sentir que es para ella.

Tan bipolar como serena.

Tan loca y estable.

Y es que su locura es la que a mí, me vuelve loco.

Yo,

Que siempre tuve miedo a los días de lluvia.

A las nevadas sobre la piel.

A los planes de los domingos por la tarde.

A la remesa de cualquier día.

A lo cotidiano.

A lo atemporal.

Llegó ella y con una simple mueca, me hizo olvidar hasta el último de mis miedos.

Miedo y deseo cosas tan opuestas como imantadas.

Tempestad y templanza.

Impulsiva y pausado.

Tequila y limón.

Tan contrapuestos como necesarios.

Qué largas se hacen las noches cuando suena la alarma y era todo un sueño.

Cuando sus dedos no le erizan la piel.

Cuando abre su móvil y no tiene ninguna notificación.

Cuando ya parece que pasó, apareces con esa sonrisa de medio lado, el pelo alocado y con ganas de revivir un pasado muy presente que tenemos tatuado en la piel.

Qué largas se hacen las noches.

Pero qué eternos se hacen los días sin ti.

Sin tu mirada pícara.

Sin tu manera de enfadarte y hacer para que te busque, te abrace y nos fundamos en un beso que acaba deshaciendo la cama que acabaste de hacer.

Sin tu «yo más, siempre más».

Qué jodidamente eternos se hacen los días sin ti.

Un día , me preguntó si tan diferentes éramos.

Si tan mal era.

Y yo la miré.

Sonreí.

Y sobre su piel desnuda le escribí;

¿Acaso has visto alguna vez repelerse a dos polos opuestos?

Y ella, no dijo nada;

Simplemente me besó.

Mi Sur.

-Enrique Gómez-